En este día, durante la asamblea contamos primeramente el cuento y a continuación se les realizó una serie de preguntas de comprensión del cuento.
- -¡No quiero! ¡No me gusta! Estoy enfadado. Estas eran las frases preferidas de Jaime. Cuando esto ocurría, que cada vez era más a menudo, bajaba las cejas, hinchadas las aletas de la nariz y ponía morritos.
- Los hermanos de Jaime no querían jugar con él porque, si perdía se enfadaba; y Jaime, entonces se enfadaba porque no jugaban con él. Todos los días lo mismo. Cuando mamá le daba la cena... ¿Adivinas? Si no era su plato preferido, otro nuevo enfado.
- Parecía que todo el mundo estaba muy cansado de sus enfados, todos menos Jaime, que cada día se enfadaba más y cada vez más por más cosas. Los días y las semanas pasaban y Jaime estaba cada día más solo. Ya no le quedaban amigos en el cole y sus primos y hermanos tampoco le hacían caso. "Jaime, el Enfadica" lo llamaban todos y, al final, "enfática" parecía su apellido.
- Un día que Jaime estaba dibujando en su habitación, apareció mamá con una botella de plástico vacía. Jaime estaba a punto de enfadarse porque mamá lo había interrumpido, pero la curiosidad pudo más y decidió no enfadarse.
- -¿Por qué traes una botella vacía mami? Eso no sirve para nada. -Estás equivocado, Jaime; sirve para mucho -contestó mamá-. Es una botella mágica. -Es una botella vacía y eso no es mágico. Si me quieres engañar, me enfadaré otra vez.
- Entonces, mamá puso la botella encima del escritorio de Jaime y al lado una bolsa llena de canicas. -Mira, Jaime, vamos a hacer un juego. Cada vez que te enfades meterás una canica en la botella y deberás llevar la botella siempre contigo. No era un juego divertido, pero como nadie jugaba con él a otra cosa, pensó que podría hacerlo.
- El primer día, la botella ya estaba llena y pesaba bastante. -Mamá, no me gusta este juego, la botella pesa mucho. -No Jaime, la botella no pesa; pesan tus enfados. Jaime, entonces, se dio cuenta de todas las veces que se había enfadado ese día. Realmente, estar enfadado pesaba mucho y, además, era muy aburrido. Era una carga muy pesada estar siempre enfurruñado.
- ¿Qué te parece -dijo mamá- si, antes de enfadarte, piensas si ese enfado merece la pena? Si hablas con tus amigos y hermanos para solucionar los problemas, si escuchas con calma y respiras antes de chillar, si aprendes a pasarlo bien aunque pierdas, el peso desaparecerá. Haremos un nuevo juego, cada vez que hagas todas esas cosas puedes sacar una canica de tu botella. ¿No crees que te sentirás mejor sin llevar ese horrible peso? Y desde ese día... ¿Qué crees tu que ocurrió?